Pero hay algo peor en esta historia. El neo-espiritualismo parasitó resquicios desvitalizados del
lenguaje religioso, especialmente cristiano. La fascinación fenoménica neo-espiritualista se mezcló con
ciertas esperanzas adventistas. Pues por mucho que algunos quieran verlos, NO hay ovnis
hollywoodienses en la Biblia, tampoco en el Tanaj, ni en el Corán, ni en los Vedas. Sin embargo, los
estafadores neo-espiritualistas dieron una vuelta de tuerca a la farsa. Un francés, Claude Vorilhon
(alias “Rael”), identificó los Ben-Elohim bíblicos con los alienígenas que le visitaban, y fundó una secta
peligrosísima extendida en los cinco continentes. Wallace Fard identificó al Allah del Corán con otro
alienígena del cual él mismo se consideraba “reencarnación” (así como lo oyen), y también fundó una
secta peligrosísima extendida en los cinco continentes. Para acabar de pisotear todos los textos
sagrados y hacer un supermercado de ello, David Icke vio alienígenas en los nagas de los Agamas y
Puranas, y Zecharia Sitchin vió alienígenas en los anunaki sumerio-babilónicos. (Todo falso: y reto a los
seguidores de estos cuatro cantamañanas a que defiendan sus respectivas tesis tras la refutación que
podemos hacer a través de respaldo filológico en hebreo, árabe, sánscrito y acadio respectivamente.) A
principios del Siglo XXI, el cacao ya estaba hecho: la new-age se ocupa de ejercer de la nueva religión
del ciudadano global que subvive en el Nuevo Orden Mundial. A través de una satánica paradoja, la
Nueva Era no acaba de llegar y, para mantener la paradoja, precisa de un neo-mesianismo
fundamentado en un contacto extraterrestre que se hará escenificar a su debido momento.
Y ahí, en 2010, es cuando un servidor decide entrar en contacto con grupos neo-espiritualistas
americanos y españoles, para investigar y estudiar su modus operandi. Sin embargo, a pesar de mi
buena disposición para estudiar las teorías ufológicas, poco objeto de estudio encontré. La literatura
neo-espiritualistas ufológica es una inmensa biblioteca paupérrima que mezcla narrativa fantástica
con una divulgación pseudo-científica repetitiva, trillada y aburrida. Encontré una especie de sub-
género ufológico alrededor de Ashtar, la figura
inventada por el judeo-norteamericano George
Adamsky. Alrededor de la superchería del
Comandante Ashtar y una Federación Galáctica,
prácticamente en cada estado de Europa y América,
encontré al menos un individuo que ha montado una
empresa sectaria que se lucra con conferencias,
talleres y cursillos altamente sospechosos de estafa.
En Estados Unidos, Thelma B. Terrel engañó a los
hippies rebotados que quedaban, y después Lourdes
Miranda haría lo propio con el pueblo mexicano. En
Italia está la figura de Giorgio Bongiovanni, en Perú
la de Sixto Paz, en Bélgica y Suiza apareció el asesino
Luc Jouret, en Francia el propio Rael, y en España el
estrafalario conferencista Rafael Palacios: todos ellos